La hermandad sacerdotal de San Pedro ad Vincula (San Pedro encadenado), integrada exclusivamente por sacerdotes, ha cedido el arcón con las cadenas de San Pedro que custodian en dicha capilla, para que se encuentren a los pies del Santo en el Retablo mayor de la Parroquia, para el triduo que en su honor se está realizando entre los días 26 y 28 de junio, comenzando a las 21:00 horas.
El párroco de San Pedro y canónigo de la Catedral, Antero Pascual, agradece a la hermandad sacerdotal de San Pedro ad Vincula y a su abad, Pedro Juan Álvarez Barrera, el préstamo de estas cadenas que normalmente no se encuentran a la vista.
El origen de la devoción a las cadenas del príncipe de los apóstoles, se eleva a los primeros tiempos de la iglesia. Sabido es el prodigioso milagro que obró Dios Nuestro Señor, por medio de un Ángel para librarlo de sus prisiones en Jerusalén, según lo refiere el sagrado libro de los hechos apostólicos.
Para perpetua memoria de esta insigne maravilla, procuraron los primitivos fieles recoger aquellas santas cadenas, que según el testimonio de San Juan Crisóstomo, las adquirieron de los soldados que lo custodiaban en la cárcel, y las conservaron con singular veneración para transmitirlas a la posteridad. Habiendo hecho bastante tiempo después, un viaje a la Palestina la Emperatriz Eudoxia, mujer de Teodosio el menor, por los años de 439, con el fin de visitar los santos lugares donde se obró la redención.
El obispo juvenal, patriarca de Jerusalén, le donó las expresadas Cadenas, con que fue aprisionado el Santo por Herodes. Recibidas con gran devoción por la piadosa Emperatriz, reservó una de ellas para la iglesia de Constantinopla, y envió la otra a Roma a su hija Eudoxia, casada con Valentiniano Il. Esta la presentó al Sumo Pontífice Sixto III, y habiendo hecho traer la que se conservaba en Roma, con que también fue aherrojado el Santo Apóstol por disposición del emperador Nerón, antes de sentenciarlo a muerte, se verificó al cotejarlas el prodigio, de quedar enlazadas las dos, como si fueran una sola.
Este prodigio suscitó tanto estupor que la emperatriz Eudoxia mandó construir un suntuoso templo el año de 451 en el monte Esquilino, dedicado a San Pedro, para que se custodiaran en él sus Sagradas Cadenas, y de aquí tomó el título de San Pedro ad-Vincula y de su fundadora se llama también Basílica Eudoxiana.
En el libro de los hechos de los apóstoles Hch 12, 5-7, se habla de las cadenas:
«Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate». Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias». Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme». Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. «Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. «Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Un artículo e imágenes de NH Francisco Javier Montiel para Arte Sacro.