La hermandad del Santísimo Cristo de Burgos clausuró los actos conmemorativos de su 450 aniversario con una solemne función extraordinaria, presidida por Monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos. La celebración incluyó un besapiés al Santísimo Cristo, que tuvo lugar durante toda la jornada del pasado 24 de noviembre.
Por otro lado, durante gran parte del mes de noviembre, la imagen del Santísimo Cristo de Burgos, obra de Juan Bautista Vázquez ‘El Viejo’ con policromía de Juan Zamora, presidió la parroquia de San Pedro. En el marco de este culto extraordinario, la imagen, de algún modo, recuperó su iconografía original, presentándolo ataviado con un faldellín característico de la escuela castellana.
Antes de la intervención de Manuel Gutiérrez Cano a finales del siglo XIX, la talla del Cristo de Burgos portaba faldellín, corona de espinas y cabello natural, tal y como fue encargado el 18 de noviembre de 1573 a Juan Bautista Vázquez ‘El Viejo’, según y en la forma que está y lo tiene el Santo Crucifijo de la capilla de San Agustín de esta ciudad, con ocho palmos y medio de vara, que tenga desde la cabeza fasta el pie inclusive.
Además de presentar al Cristo tal como se veneraba en el siglo XIX, se buscó evocar la representación del crucificado de la ciudad de Burgos, un estilo devocional que, con el paso del tiempo, se ha perdido en Sevilla. A los pies del titular se colocaron unos huevos, elemento que remite al simbolismo del icono original burgalés.
Según la leyenda, la imagen del Cristo de Burgos fue hallada por un mercader en el mar, donde una gaviota había anidado sobre el madero. Los huevos depositados en el nido se conservaron y fueron ofrecidos como símbolo de devoción. En un principio, la gaviota ponía tres o cinco huevos, que eran reemplazados con el tiempo. Sin embargo, en el siglo XVI, un comerciante trajo desde África huevos de avestruz, que sustituyeron a los originales y se integraron como parte de la singular iconografía y devoción al Cristo de Burgos.